viernes, 31 de mayo de 2013

Día Mundial del ambiente: No todos somos iguales.

El 5 de Junio se cumple un nuevo aniversario del Día Mundial del Ambiente; buen momento para reflexionar sobre esta problemática, pero antes, por mi inveterada condición de docente, no puedo dejar de señalar el por qué de la elección de este día.

Ello fue dispuesto por Resolución de la ONU del 15 de Diciembre de 1972, ya que el 5 de Junio de ese año, se abrió la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Humano, en Estocolmo (Suecia), que originara el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

El fin era generar conciencia sobre la necesidad de proteger y mejorar las condiciones del ambiente, en la búsqueda de un desarrollo equilibrado para las actuales y futuras generaciones.

Haciendo un análisis retrospectivo de estos casi 40 años conmemorando el día, vemos que no hemos mejorado en la relación con el entorno, sino que hemos retrocedido a niveles peligrosos, que anuncian grandes males, todavía evitables, si actuáramos con racionalidad e inteligencia.

En Argentina, esta racionalidad debería plasmarse en intentar compatibilizar el mejoramiento de las condiciones sociales y la calidad de vida de sus habitantes, con un modelo productivo que no destruya absolutamente su propia base de sustentación, como el vigente.

En esa búsqueda común no hay lugar para fundamentalismos ni posiciones irreductibles, sustentadas por defensores a ultranza de la intangibilidad del ambiente o por los partidarios de un sistema productivista extremo que no contempla los mecanismos de regeneración y la capacidad de carga de los ecosistemas.

Aprender enseñando

[24/06/2010] Los problemas ambientales no son una novedad de los últimos años, si bien sus impactos, a partir de la década del 50 del siglo pasado y producto del crecimiento industrial y la adopción de modelos productivos de gran escala basados en la quema de combustibles fósiles, se han acelerado a niveles nunca vistos.

Como consecuencia de ello, el aire, el suelo, el agua y los otros bienes de la naturaleza se degradan y contaminan sin solución de continuidad, en todos los rincones del planeta.
Por su parte el consumismo irracional y desenfrenado pone en serio riesgo la sanidad global.
Como resultante, la problemática ambiental ha abierto un nuevo y complejo panorama en la relación existente entre educadores y educandos, dirigentes sociales y sus bases y gobernantes y gobernados, que pone en riesgo los saberes y respuestas de unos y otros ante cada coyuntura o demanda.

La temática ambiental exige una mirada más amplia para el abordaje y solución de sus conflictos y entuertos, donde lo holístico, sistémico y la búsqueda de los consensos necesarios, sean los modos de actuación frente a los desafíos imperantes.
Esto genera algunos problemas, ya que quienes deben actuar o manejarse en este mar de dificultades, no están lo suficientemente entrenados en la mayoría de los casos para ello, por cuanto se han formado en prácticas, saberes y paradigmas diferentes.
Como se dice jocosamente; Cuando teníamos todas las respuestas, nos han cambiado las preguntas.

Sexo, Trata de personas e hipocresía.

”La televisión, amigo Daniel, es el Anticristo y le digo yo, que bastarán tres o cuatro generaciones para que la gente ya no sepa ni tirarse pedos por su cuenta y el ser humano vuelva a la caverna, a la barbarie medieval, y a estados de imbecilidad que ya superó la babosa allá por el pleistoceno. Este mundo no se morirá de una bomba atómica, como dicen los diarios, se morirá de risa, de banalidad, haciendo chiste de todo, y además un chiste malo”. (1) 

Los que me conocen saben que vivo de espaldas a los televisores o más precisamente a la televisión.

Casi diría que en mi caso, se ha hecho carne la máxima de Groucho Marx, que expresaba: “La televisión es cultura, en mi casa cada vez que se enciende un televisor, yo abro un libro”.
Este sano vicio, aunque muchos no lo compartan, no deja de tener sus ventajas, por lo menos para mi, ya que me preserva del bombardeo histérico, continuo y perenne de una sociedad de consumo y consumista perversa, donde todo se compra y todo se vende y en la que hasta los seres humanos se transforman en ese obscuro objeto del deseo.

Salvo la venta de órganos o de drogas ilegales, todo está expuesto en el escaparate de los medios de comunicación. Toda oferta factura y toda factura es negocio, aunque la ética, la moral y las buenas costumbres sean arrasadas por la maquinaria economisista publicitaria, que ha hecho del marketing un fin en si mismo.

Pero, mientras estos mecanismos se profundizan, por el otro lado y en una suerte de paradoja de la hipocresía, esas mismas empresas periodísticas, elevan en forma cada vez más recurrente, sus filípicas y catalinarias grandilocuentes tendientes a combatir algunos flagelos sociales cada vez más extendidos, como la trata de blancas o de personas y toda forma de delitos vinculados a la actividad o profesión más vieja del mundo, al decir de muchos.