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En el transcurso de ese tiempo y en distintos espacios, la Iglesia Católica, ha visto el alumbramiento y caída de imperios y reinados, la desaparición de países y de innumerables organizaciones e instituciones que tenían pretensiones de perpetuidad.
Más allá de vaivenes históricos y de períodos de florecimiento o de decadencia, la Iglesia ha logrado mantenerse, campeando temporales y escisiones difíciles de sobrellevar por muchos, lo cual no deja de asombrar.
Hoy, en el trono de la misma se ha sentado Jorge Bergoglio, con el nombre de Francisco I, un político de fuste y un publicista notable, a la que se agrega una habilidad innata y también cultivada para concitar adhesiones populares, seguramente como muchos otros Papas o líderes políticos mundiales que aspiraron a transcender.
Como plus de sus condiciones, la popular está tentada a decir: “el Papa tiene calle”.